Tras esta breve
introducción, os contaré que fueron 4
días de boda en 3 localizaciones y 5 salones distintos. Repleta
de simbolismos, una boda bajo la religión hindú tiene el propósito de enseñar a la pareja las
experiencias y lecciones necesarias para la vida conyugal, de ahí que sean tan largar.
La historia comienza así... Sunil
es residente en Manao, Brasil, Vinita (de ahora en adelante Vini) residente en
Las Palmas. Se conocieron en la boda de un amigo en común en la isla. Él había venido desde Nueva York, donde estudiaba por aquel entonces. A la vuelta, un huracán en EEUU hizo que cancelaran su vuelo y decidió conocer la isla de la mano de aquella chica que le había encandilado, Vini. Y así, entre bañitos
en la playa, cervecitas y papas arrugadas…
¡surgió el amor! Ahora, como dirían en las películas “three years later” o en
cristiano, 3 años después y un
precioso solitario de diamantes de Tiffany’s
de por medio, le ponían el broche final a su historia de amor.
Los detalles: mantelería en black & white, gerberas rojas en
peceras tintadas del mismo color, un riquísimo buffet (doy fe) a cargo de un reputado cocinero hindú, un divertido photocall muy español, un espectacular cuerpo
de baile flamenco que hizo las delicias de los asistentes y música de la
mano de Dj Shadow (algo así como el David Guetta
en versión hindú) que acababa de aterrizar del mismísimo Dubai tan sólo, dos
horas antes.
Los
meseros eran fotos de los novios. Cada una de las mesas llevaba el nombre de
cada una de las ciudades donde pasarían la luna de miel a excepción de la mesa presidencial que era una imagen de la pre boda de los novios.
Un
día antes por la mañana, habíamos montado el escenario, colocamos la moqueta roja y las luces a nuestra particular feria, aunque
esto os lo cuento todo en un post especial: el making of… ¡próximamente!
Con
casi dos horas de retraso (otra tradición de las bodas hindúes) llegaban por fin los novios. Primero lo hacía la
familia del novio, seguido de la familia de la novia y el resto de amigos. Ellos, vestidos de
chaqueta, ellas, con la vestimenta tradicional hindú, el sari. El sari esta compuesto por tres piezas; una blusa, una falda y el sari como tal (6 metros de tela
enrollados alrededor del cuerpo sin ninguna costura).
A
la entrada, el cuerpo de baile flamenco, recibía a los invitados regalándoles a ellas, un
abanico. Una vez estuvieron todos en sus asientos, los novios hicieron su aparición. Caminaron
cogidos de la mano (a través del puente que junto a Manu de Urban Flor
habíamos engalanado con eucalipto y garberas rojas) hasta el
escenario donde les esperaban los padres de ambos y el Cullari
(no tengo ni la más remota idea de cómo se escribe, pero es el cura).
Previamente habíamos preparado el altar, según indicaciones estrictas del cura.
Parece una tontería pero cada cosa tiene su sitio y su razón de ser y por ello
debes tener mucho cuidado con la simbología, de lo contrario podrías echar por
tierra la ceremonia. Hoy tenía lugar la ceremonia de los anillos, un acto simbólico de entrega de anillos donde se sella el compromiso entre la pareja ante los ojos de los padres de ambas parejas. Tras esto, Vini subía de nuevo al escenario para recibir 31 regalos por parte de su futura suegra.
Entre los regalos, piezas de joyeria, ropa, dulces y algunos accesorios que usará en su futura vida conyugal.
El vestido: Todos los vestidos
de la novia, fueron confeccionados en la India.
En esta ocasión, Vini en consonancia con la temática, eligió una falda repleta
de volantes en color fucsia como el
capote de los toreros.
La tarta: La semana pasada, os enseñaba las tres tartas nupciales que los novios habían encargado a Proyectos de azúcar
¡Muy
atentos al próximo post! el segundo día de “Mi gran boda hindú”
Imágenes: Sweet Bodas - 100% Fotos
Muy buen evento
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