La ciudad que cambió mi vida, Marrakech


El 8 de enero (cómo pasa el tiempo) Mr Sweet y yo pusimos rumbo a Marrakech مراكش Hacía ya una temporadilla que teníamos ganas de visitar la ciudad roja y aunque nunca nos hacían falta excusas para subir las maletas del trastero, aprovechamos mi cumpleaños. En el post de hoy, os hago un breve repaso de nuestra estancia por si os apetece pasar allí vuestra Luna de Miel.


Después de tres horas y media de vuelo, aterrizamos en el Aeropuerto Marrakech-Menara y pillamos el bus hacia el sur de la ciudad donde estaba nuestro Riad. Nada más salir, se nos acercaron un montón de personas para que nos subiéramos a su petit taxi pero había leído en Internet que sólo sale rentable si viajan al menos cuatro personas (yo añadiría que eso depende en buena medida de la capacidad de regateo que tenga cada uno).

Cuando llegamos al Riad, pensamos que era tal y como lo habíamos imaginado. Sabéis que muchas veces, sobretodo en cuestión de hoteles, las fotos no tienen nada que ver con la realidad. Lo elegimos según la experiencia de blogs de viajeros quienes aprovecho para decir que hacen una estupenda labor. Realmente el Riad Dar Aida cumplió con creces, todas nuestras expectativas, magnífico desayuno, estancias agradables, preciosa habitación estilo marroquí y un servicio de calidad.  



Al día siguiente, a primera hora (no se si os pasa a vosotros también pero siempre que estoy de vacaciones me levanto más temprano que si fuera a trabajar) nos esperaba un desayuno marroquí compuesto por crêpes, bollitos, pan, mantequilla, mermelada, miel y un riquísimo café aromatizado. 


Lugares que no puedes perderte:


Plaza Djemaa el Fna: es el motor de la ciudad y lugar de visita obligada que se reinventa cada minuto. Por las mañanas, imperan los puestos de zumos de naranja (¡atención al precio! 4 dirham = 40 céntimos), pastas y deliciosas galletas. La plaza está repleta de vendedores ambulantes que tratan de colarte cualquier cosa y ¡cobras! Una de las cosas que siempre me habían echado para atrás a la hora de visitar Marrakech, eran las serpientes. Y es que tengo un grave problema con ellas, pero gordo, gordo.  Sé que las cobras que están allí no tienen veneno ni dientes, no es temor a que me muerdan, sino que me da pánico sólo pensar que podemos compartir el mismo espacio vital aunque  estén a 600 km de distancia. Mi mayor pesadilla era que alguien me colgara una serpiente del cuello aprovechando mi despiste pero cuando estás allí, te das cuenta que nunca están en las zonas más pobladas de gente sino bordeando la plaza por lo que tienes espacio para mirarlas con suficiente distancia. Además, suele servir de ayuda, prestar atención al sonido de la flauta. Si la oyes cerca, malo. 


Volviendo a la plaza, cuando cae la tarde, se transforma y se convierte en un enorme escenario al aire libre. Vuelve a llenarse  de puestos, pero ésta vez de pescado y carne a la brasa. Un auténtico espectáculo de sonidos, olores y colores.
Tipp: desde la terraza del café Le Glacier tenéis una espectacular panorámica de la plaza desde donde poder sacar todas las fotos que queráis junto a un rico té de menta. Especifico "todas las fotos que queráis" porque cualquiera que tiréis en la plaza os va a costar un par de dirhams. 


Zocos: Tras la plaza, se encuentran los zocos, kilómetros y kilómetros repletos de bazares. En ellos se vende cada una de las especialidades marroquíes: pieles, especias, lana, túnicas, babuchas, madera, alfombras... Generalmente son pasillos muy estrechos por los que continuamente pasan motos, bicicletas y burros ¡sin avisar! así que debéis tener mucho cuidado.



Mezquita Koutubia: o lo que es lo mismo, La Giralda de Marruecos. No pudimos entrar porque el acceso estaba restringido únicamente a musulmanes al menos, ya habíamos tenido la experiencia de haber entrado en las de Estambul.


Palacio de La Bahía: en el antiguo barrio judío, se encuentra este gran palacio. La pena es que está vacío (al parecer, a la muerte del sultán, se vació de muebles y alfombras) aunque pueden visitarse sus más de 150 habitaciones decoradas con mosaicos y detalles de madera de cedro tallada. Los patios, son muy bonitos, con pequeños jardines, piscinas y fuentes.


Tumbas Saadíes: es el lugar donde se encuentran las tumbas sagradas de los sultanes.

Madersa Ben Youseff: es la escuela musulmana más grande de Marruecos. En ella, 900 estudiantes internos se formaban en distintas materias de ámbito religioso. Al igual que en el Palacio, las celdas (así llaman a las habitaciones) están vacías pero los mosaicos y grabados, son espectaculares.


Jardines de Majorelle: aunque originalmente la casa y los jardines pertenecían al pintor francés Jacques Majorelle, en los años 60, la compraba el diseñador Yves Saint Laurent. Me encantó el azul cobalto, turquesa y amarillo, colores que imperan en los jardines. Hay una galería dedicada al diseñador y también un memorial en el que están esparcidas sus cenizas. En cuanto a la vegetación, es un universo tropical, cactus, hibiscos, palmeras… en mi caso no me sorprendió mucho porque la mayoría de las especies (puesto que compartimos el mismo clima) las tenemos en Canarias.


Jardines de La Menara: se encuentran a las afueras del centro urbano, cerca del aeropuerto. En la parte central, un enorme estanque refleja una antigua casona. 


A su alrededor, hectáreas de olivos y árboles frutales.  El día que lo visitamos era el anterior a marcharnos, se acababan nuestras vacaciones pero algo estaba a punto de empezar…


Y así, sin esperarlo, en deportivas, mochila a la espalda y una francesita destrozada, cambió mi vida. Toda la vida imaginando cómo sería y acaba de pasarme. El pobre, lo había cargado durante todo el viaje ¡desde Navidad que lo tenía! Luego me puse a atar cabos y todas las piezas encajaban. Hacía un tiempo que me paraba en algunos escaparates de joyerías y él prestaba más atención que de costumbre


Como en toda historia de este tipo, siempre hay una anécdota. En la nuestra hubo varias. Desde hace años le venía diciendo que el día que me lo pidiese iba a contestarle que no… no pude hacerlo. Después del “si quiero” soltamos la mochila, el mapa, la cámara de fotos, todo por el suelo y como es evidente, nos dimos un beso de película. Pues oiga, que en éstas viene un guarda y nos dice “que corra el aire”. En fin… el señor Abdul estará en nuestros recuerdos hasta el fin de nuestros días.

En próximos posts, os cuento nuestra escapada a Essaouira, en la costa de Marruecos, lo mejor de la gastronomía marroquí y algunos secretillos del aceite de argán.


2 comentarios:

  1. ¡Enhorabuena! me he emocionado... Qué lugar tan original para la pedida de mano!!!

    www.elperiodicodetudia.com / www.elregalodetubiografia.com

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  2. Buenas!!!....toma yaaaaaaa!!!!!!!!!!!!

    Lo ha hecho muy biennnn...!!!!!!jejeje...que bueno...que corra el aire dicennn...jejejejejejejejje!!!

    XDD

    Felicidadessssssss.............

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